viernes, 29 de marzo de 2019



Siempre entendí lo político como abertura y apertura: abrir oportunidades, abrir posibilidades, abrir el mundo, abrirse a los demás. 
El gesto es fácil de comprender: quien asume posiciones de privilegio encarna la incesante tarea de crear formas abiertas para aquellos que se ven atrapados por destinos amargos. 

Abrir el corazón no es suficiente, hay que abrir fronteras, abrir rumbos, abrir potencias de vida. Lo político es el esfuerzo constante por abrir lo cerrado.
Pero estos tiempos (y estas formas de hacer política) hacen exactamente lo contrario: cierran lo abierto, oscurecen el cielo que se tiñe de una negrura insoportable, solo proponen la clausura.
Lo político es lo fraterno, esas redes que se hilan sin calcar el tejido turbio que se nos impone. 
Yo deseo lo abierto, no lo cerrado. 
Como la espera del abrazo, no como el ultraje, la asfixia y el ahogo.
Yo deseo lo que se abre, no lo que se cierra. 
Como las manos extendidas, no como el cuerpo violentado.

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