Decir tiempo, por ejemplo, y que todo se detenga de una buena vez, para apreciar lo hondo y lo suave de los costados. Negarse al frente, que siempre es un precipicio. Decir amor, también, con toda la torpeza del cuerpo extendido hasta su deseado eco. Y no decir piel, si no es temblando. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario